Se denomina auto sacramental a la obra de teatro religiosa alegórica que contiene como centro temático preferido la Eucaristía.
Esta obra podía tener uno o más actos y entre el siglo XVI y el siglo XVIII era común representarla en el día del Corpus.
En su trayectoria de dos siglos podríamos decir que los autos sacramentales son un género en busca de autor.
Si bien los autos sacramentales eran dramas alegóricos que se representaban el día del Corpus en honor de la Eucaristía, hay otros autos sacramentales que no tienen nada que ver con la comunión, puesto que se han escrito en honor de María.
Pero lo característico siempre era la apoteosis de la Eucaristía, esto, además del carácter alegórico del drama.
Este género exigía no sólo el dominio de los recursos escénicos y dramáticos, sino también de todo lo que afectaba a su segundo sentido, es decir un dominio de los conceptos biológicos fundamentales.
Pedro Calderón de la Barca es el hombre que reunió estas dos condiciones y el que llevó el género a su madurez, y después de este autor, el auto sacramental decae.
Entre sus escritos más reconocidos encontramos El gran teatro del mundo, El gran mercado del mundo, Los encantos de la culpa, La vida es sueño, La devoción de la misa.
Además de Pedro Calderón de la Barca, encontramos otros nombres reconocidos de la literatura que aportaron también su genio, como por ejemplo lo hicieron Juan de Timoneda, Tirso de Molina, Lope de Vega, etc.
En su época los autos sacramentales constituyeron un género muy popular y apreciado, aunque poco a poco fueron perdiendo su carácter de misterio vivo y terminaron prohibiéndose en el año 1765 pues los teatros, tal como rezaba la orden de provisión, eran lugares muy impropios y los comediantes instrumentos indignos y desproporcionados para representar los sagrados misterios.